Se ha de ser bastante gilipollas para creerse lo que nos están vendiendo acerca de lo que sucede en unas aulas que, en veinte años, no he visto jamás. Más aún si uno es docente. Bueno, eso salvo que sea un auténtico borrego que se ha empapado de esa vocacionalidad que, por lo visto, se está usando últimamente para reconvertir al docente en el manso del redil o digno de ser esclavizado. Bueno, ya si eso también entramos en los vividores cuya máxima es sacar tajada del borrego o del gilipollas para trincar o huir del aula. Para seguir vendiendo ciertas cosas al que, por lo visto, sigue sin entender que le están tomando el pelo.

Fuente: Desconocida

La profesión docente, como la mayoría de trabajos, se basa en un voluntarismo mal entendido. No hay profesión que para funcionar pueda dejar de acudir a las horas extras no remuneradas, a hacer cosas que no tocan o, simplemente, a convencer a los incautos que son imprescindibles para el correcto funcionamiento de la empresa o del servicio. ¿De verdad alguno os creéis superior a los demás? ¿De verdad creéis que sois imprescindibles? Y una mierda. En ninguna profesión y, menos aún en la docencia, hay nadie imprescindible. Otra cuestión es que la profesionalidad de los que están ahí sea fantástica. Algo que se cumple en la inmensa mayoría de aulas de nuestros centros educativos. Hay excelentes profesionales que no se merecen estar sometidos a tanta presión mediática desprestigiándoles. Bueno, a eso añadámosle que es la única profesión en la que tienen al enemigo dentro y ya tenemos una mezcla suficientemente explosiva. Además, curiosamente, los que se quejan de sus compañeros son los primeros que tienen problemas con alumnos y padres. Deben dedicar tanto tiempo a quejarse de sus compañeros que lo de dar clase se les queda en segunda opción. Después de vender lo innovadores que son, claro está. Porque, no nos olvidemos que, al final, los que más se quejan de los docentes son los que están en las redes, mediatizan un proyecto edulcorado o participan hoy de ponente y mañana dando un curso de mindfulness. Vende mucho criticar el aula. Más aún para medrar en el espectáculo educativo y llevarse alguna parte del pastel. Multinacionales a la búsqueda de esos tipos que se venden por un plato de lentejas.

Estos días se han publicado las notas de Selectividad de muchas Comunidades y, curiosamente, alguno de esos que se pasan el día criticando a sus compañeros han conseguido que, gracias a su asignatura, sus alumnos no consigan estudiar lo que quieren. Mucho vídeo, mucha clase vendiendo su metodología milagrosa y, por desgracia, la realidad explotándole en los morros. No solo ha sido uno. Han sido varios los ejemplos que se pueden recopilar. Es lo que tiene el postureo. Es lo que tiene tener un ego tan acusado. Es lo que tiene mirar por encima del hombro a aquellos que, a estas alturas, están agotados porque han tenido experiencias muy duras en grupos muy complicados. Incluso los que no hemos tenido esos grupos hemos acabado literalmente agotados. No somos héroes, somos trabajadores que lo intentamos hacer lo mejor posible. Es por ello que no soporto a los vividores. Bueno, menos aún a los borregos que no tienen más que el interés de acudir en manada a alguno de los eventos de su cantante educativo de turno. Y ya de los gilipollas prefiero no hablar...

Entiendo que a alguno le guste el masoquismo, incluya la vocación en su labor profesional porque no le dejaron ser monaguillo en sus tiempos mozos pero, por favor, dejad de decir chorradas sobre vuestros compañeros (si aún estáis en el aula) porque dais mucho asco. Bueno, a los que no pisan el aula "real" tampoco hay mucho que decirles porque, lamentablemente, la realidad es mucho más compleja de la generalización interesada que venden.

Pido muchísimo respeto por mis compañeros de aula. Al igual que siempre lo he pedido por los alumnos y sus padres. Odio la manipulación de lo que sucede en el aula que algunos se tragan pero, aún más, odio a aquellos que van de borregos o son gilipollas que, supuestamente, son compañeros de profesión. Eso sí, entiendo perfectamente a los vividores porque, querer largarse del aula o ganar dinero vendiendo crecepelos a los calvos, no incumple ninguna ley. Y mientras haya incautos que lo compren...

Perdonad el tono, pero uno está hasta más abajo del ombligo de ciertos artículos, tuits, publicaciones en Facebook o, frases de Mister Wonderful.