Hoy me apetece alejarme un poco de los redactados más o menos relacionados con mi profesión docente. Tengo ganas de meterme en uno de esos berenjenales en los que, por desgracia, hay de todo menos berenjenas. Me gusta escribir sobre ciertas cosas y, por qué no voy a poder hacerlo en este blog que, al fin y al cabo, no es nada más que un lugar harapiento donde exponer ciertas cosas con mayor o menor vehemencia.

Fuente: Facebook

Tenemos tarde movida en las redes sociales. Ganas de difundir bulos "porqueamímemolanlascosasqueestánacordeconmiideología". Es lo que tiene la falta de lectura, la necesidad de ignorar fuentes o, simplemente, gustar hacer seguidismo de lo que dicen mis tuiteros o facebookeros de referencia. Seguro que ellos no la cagan y dicen algo porque seguro que ha sucedido. Pues va a ser que, en este caso, al igual que sucede con cientos de bulos que nos vamos tragando un día sí y al otro también, lo de la detención de Evaristo Páramos (excantante de la Polla Records) por sus letras de antaño, es uno más a añadir a la colección. Por lo visto hubo algún tipo de insultos hacia la Benemérita en uno de sus conciertos y por ello se procedió a su identificación después de la denuncia de alguien del público. Cómo cambia la película. Lástima que sea mucho más vendible el tema del ataque a la libertad de expresión que la realidad de lo sucedido.

No voy a negar que estamos en permanente cuestionamiento de lo que supone la libertad de expresión pero, ¿todo vale amparándose en lo anterior? ¿Vale denominar tarado en un medio de comunicación a una persona con disminución psíquica? ¿Es lícito pedir un tiro en la nuca para un presidente de una Comunidad o regodearse de los problemas de su hija? ¿Es lícito pedir bombardear Cataluña? ¿Vale pedir que al Rey se le rompa la crisma bajando de las escaleras de una catedral? ¿Vale ciscarse en los docentes y en su puta madre? ¿Vale cagarse en los hijos de puta (lo digo porque lo leí hace tiempo en un blog) que se tiene en el aula y que te rompen la clase? ¿Vale denominarlos hijos de puta? ¿Vale decir que los homosexuales no son normales? ¿Que los que van a misa y hacen la comunión de sus hijos deberían ser violados por los curas? ¿Vale asociar cura a pederasta? ¿Se puede hacer apología del nazismo? ¿Del trinque de determinados partidos políticos decir que mi concejal es un chorizo? ¿Se puede hablar de la coleta de alguien y pedir que sus hijos salgan tontos? Ya si eso, ¿podemos decir que los andaluces son border line y que los catalanes avaros, racistas y supremacistas? ¿Y si pasamos todo lo anterior a sátira? ¿Cuál es el límite del humor? ¿Debe haber límites? ¿Quién los marca?

Creo que el tema de la libertad de expresión es algo muy complejo. Todos tenemos claro qué nos ofende y qué nos hace gracia. Seguramente algunos nos sentiremos ofendidos por ciertas cosas mientras que, quizás otros, se ofendan con lo contrario. Eso es tener la piel muy fina. Quizás tenemos que llegar a un entendimiento acerca de qué supone esa libertad y si debemos tener o no límites en ella porque, al final, está siendo todo tan desproporcionado con el concepto que a uno le entra una risa fría, por no decir floja, con el asunto. Y ya cuando no sabes muy bien qué hacer o qué decir por miedo a represalias es que hay algo que no está bien...

Evaristo, al igual que muchos músicos y cantantes, escribió determinadas letras en su momento. Ahora recuerdo algunos que hablaban de matar a las mujeres, considerarlas inferiores e, incluso, pedían abusar de los niños "raritos" en el colegio. También podríamos entrar en las películas de los setenta y ochenta cuyos máximos representantes son determinados "machirulos" de pelo en pecho. Creo que estamos evolucionando en ciertas cosas y ahora, cosas que se veían normales hace un tiempo, no lo serían actualmente. Eso quiero creer pero, el problema no es con lo que creo o con lo que quiero creer... el problema es si ponemos límites o no a la libertad de expresión. Y, en caso de ponerlos, ¿por qué y para qué?

Por cierto, a mí el tema de la caza de brujas que algunos están haciendo no me gusta un pelo. Tampoco el tener la sensación de ver una cierta permisividad excesiva hacia ciertas cosas y, curiosamente, una intolerancia absoluta por otras. Por aclarar.