Debo reconocer que ya solo con haber montado una destilería ilegal para fabricar horchata con mis alumnos de FP Básica ya me merezco ser finalista del Global Teacher Prize. Si sumamos a lo anterior el haber montado un mercado paralelo para su distribución en varios de los barrios de Valencia, ya creo que me lo pueden dar directamente. No creo que haya un modelo más innovador para dar clase. Y, curiosamente después de eso, aún estoy esperando que algún medio de comunicación venga a hacerme una entrevista de esas que lo petan en el mundillo innovador que se titule... "una nueva metodología de aprendizaje surge de la chufa más profunda". Ya si eso les dejo a los de los medios que pongan el titular que les apetezca. Es lo que tiene querer vivir de la venta de lo anterior.

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Ahora voy a hablaros en serio. No, como habréis supuesto lo de la destilería ilegal, aunque pueda parecer cierto vistas ciertas innovaciones que están vendiendo (como la de ponerse calcetines en las manos, dar clase con zapatillas de ir por casa o, simplemente, usar juegos de Magia Borrás para enseñar Matemáticas), es falso. Más falso que una moneda de dos euros de chocolate aunque, sinceramente, creo que no hubiera estado mal como innovación educativa. Al menos a mí me hubiera gustado. Quién dice que en un futuro... pero vayamos a realidades y dejémonos de fábulas onanísticas.

Es curioso como últimamente son muchos los que me critican por cuestionar el concepto de "innovación". Entre traumas infantiles, incapacidad de aportar cosas o, simplemente, ser un docente que no quiero currar, ya tengo un amplio repertorio dentro del pack. Quizás toque autojustificarme. Bueno, va a ser que no pero, como a día de hoy no tenía muy claro acerca de qué escribir voy a hacer una pequeña mención a ciertas cosas que, en este caso alejadas de la irrealidad del caso que he comentado al principio del post, sí que he hecho con mis alumnos. Bueno, ya sé que queda muy poco innovador repetirlo pero, ¿qué se puede hacer en el aula sin contar con los alumnos? El docente, por mucho que alguno se intente mediatizar, no tiene ningún sentido si no tiene alumnos. La docencia ficción no me gusta. Menos aún el tema de ir contando anécdotas en las que, por desgracia, da la sensación que el único que interviene en las mismas es el mismo que te las cuenta. Mucho ego en el país de la piruleta. Demasiado eduentertainment.

¿Os apetece que os cuente algunas de la cosas que he hecho con los chavales estos veinte años de profesión? Va, voy a contaros algunas cosillas. Y no, no soy mejor ni peor docente por haber hecho ciertas cosas. Simplemente he sido más inconsciente en ocasiones o, simplemente, ha habido grupos con los que se podía intentar ciertas cosas. Bueno, eso y también reconozco que he sido joven y he querido jugar a los experimentos. Algo que os recomiendo que solo hagáis cuando tengáis bastante experiencia. Os lo digo, con todo el cariño, desde la experiencia que me dan los años de curro.

Me acuerdo de cuando empecé en esto a finales de los noventa y mis intentos de montar un aula virtual en Moodle. En esos momentos, cuando la mayoría de conexiones eran a base de redes RDSI en los que se tardaba en conectar un porrón, ya empecé a trastear con lo anterior. También me metí a formar a mis compañeros en el LMS. Y ya cuando entré en el equipo directivo antes de cumplir los treinta ya fue un despiporre. Montaje de aulas multimedia, creación de una página web del centro, compra de esos dispositivos que permitían convertir una pizarra blanca en PDI y, yendo más lejos, experimentando el uso de Facebook con los chavales para la creación de un sistema de comunicación entre ellos, sus familias y yo. Es lo que tiene ser impulsivo. Te apuntas a todo. Bueno, ya cuando prescindes del libro de texto al segundo año de dar clase, empiezas a desprenderte de las prácticas de Tecnología a base de maderitas, corte y pega o, simplemente, coges alguna cocina y te pones a elaborar mermelada y membrillo a lo largo de toda la semana en tus horas de clase y en las que no tienes... es que hay algo que te has tomado que no te ha sentado bien. Horas y horas de preparación de materiales, propuestas realizadas en mi Departament de entonces que acabaron en algún cajón acerca de la mejora de la formación (sí, ya empecé a proponer constructivamente, aunque algunos no os lo creáis, de muy joven) e, incluso, diseño de horarios para adaptarnos a las necesidades de los chavales. Lo de hablar de las clases de danza que di como optativa sin saber bailar, la radio escolar que montamos con los chavales o, quizás, el tema de gestión de infraestructuras de mi centro de trabajo lo dejamos para otro día. No, no he sido especial por lo anterior. He sido un docente más que opté, con mejor o peor fortuna, por lo anterior.

Cuando empieza a funcionar medianamente bien la conectividad me puse a montar libros de texto con los chavales. Bueno, más bien obligaba a que ellos se montaran un blog a principio de curso donde fueran contando qué hacían. Eliminé exámenes. Diseñamos experiencias de aprendizaje con realidad aumentada, montamos juegos por el pueblo en el que trabajaba a base de códigos QR, empezamos a trastear con Arduino cuando aún no había tenido el boom el asunto. Y salía con ellos. Montaba salidas para ir a visitar ciertas cosas que, después permitían aprender acerca de ciertas cosas. Bueno, también sustituí parte del sistema operativo Linkat (esas distribuciones educativas, diseñadas por la administración autonómica, que nunca sabes por qué no han acabado de ir nunca bien) por Linux Mint. Era el momento en hacer apología del soft libre. Sustitución de Word por OpenOffice, GIMP y mucho trabajar en la nube. Incluso empezamos a montar un Sites con los chavales para recopilar todo el material y lo compartimos con todos aquellos que lo pudieran usar. Los chavales se metieron mucho curro. Muchísimo. Entonces, por desgracia, enfermé. Una maldita enfermedad de esas que te dejan muy tocado. Y que, lamentablemente, cada cierto tiempo sigue asomando su cara más cruel. Ingresos en UCI y recuperaciones demasiado largas. Un año fuera de juego. Un año en el que aproveché para sacarme un máster en Educación y TIC, nació mi hija y empecé el blog que ahora estáis leyendo.

Entonces te plantean la opción de jubilarte. Pues iba a ser que con treinta y pocos no me apetecía demasiado. ¿Inconsciencia no abandonar el trabajo con la totalidad del salario? Pues quizás psicológicamente no tener nada que hacer me hubiera hecho más daño que continuar. Así que continué. Cambié del norte al sur y me trasladé a la Comunidad Valenciana donde empecé con esos grupos que nadie quiere. Ya, creo que no hace falta deciros más a los que trabajáis en la profesión. Ahí toco hacer cosas de otra manera. Huertos, potenciar los deportes, actividades al aire libre para montar nidos, colaboración con el Ayuntamiento, salidas al Mercado para que los chavales subieran desenvolverse en él, excursiones y, por qué no, diseño de paletas de pin pong y otros juegos, llevados a cabo en el taller, para que los alumnos pudieran usar lo que iban construyendo. También hicimos vídeos e, incluso, montamos toda un aula entera de la nada con el material que nos había dado Conselleria. Pintamos el aula, montamos paneles de herramientas, armarios y, al final, un espacio para ellos. Todo ello con mucho trabajo de hablar con ellos porque, realmente, creo que alguien no entiende que hay chavales que tienen mucha problemática en casa. E incluso uno dijo que en su casa se gastaban más en el perro que en él. Venía sucio, sin ducharse, sin haber comido... y ahí se debía hacer otro tipo de cosas más que la parte más académica. Por cierto, también hicimos cajones flamencos. Lo digo porque está muy de moda como innovación y creo que, a alguno le dieron un premio por eso.

También he buceado por FPB, con alumnos que han cableado todo el centro, montando toda un aula de informática con su trabajo y, por qué no decirlo, lo más importante es que todos están ahora en un ciclo de grado medio. Salidas a tutiplén incluidas. Parrilladas en el campo, montañas y deporte también iban incluidos en el pack. Claro que hay días en que los hubieras matado y, seguramente, ellos a ti, pero al final aún tengo un grupo de Whatsapp con ellos. Y más o menos me entero de sus vicisitudes.

Se me está haciendo tarde y me he alargado mucho. Me dejo temas de robótica, drones y montaje de impresoras 3D con los chavales. También he escrito un libro cuestionando lo que nos están vendiendo como innovación, he diseñado planes de mejora que he enviado a determinados lugares desde los que gestionan la educación y, aunque no lo cuente, he acudido a muchas reuniones con determinadas empresas para hablar de sus productos destinados al mercado educativo.

Nunca he creído en que nadie deba justificarse por lo que hace o deja de hacer pero quiero que hoy me permitáis, ya que esto no es nada más que mi bitácora personal, que me explaye un poco. Es que cuando uno oye que hablan de uno sin conocerlo, por prejuicios creados o, simplemente, porque cuestiona ciertas cosas, a veces no es porque no las haya probado o siga haciéndolas. Es porque, al menos en mi caso, me da mucho asco ver en qué se está convirtiendo, a nivel mediático, la educación. Eso y ver lo poco que se cuenta con los chavales o se les menciona.

No soy un puto docente innovador como dice el título. Soy un simple docente que, como todos mis compañeros de profesión, lo intento hacer lo mejor que sé en el aula. Y sí, en muchas ocasiones me equivoco.