Dar clase es duro. A estas alturas de curso todos los que se dedican a la docencia con alumnos, en cualquier tipología de centros educativos, están agotados hasta la extenuación. No es fácil lidiar anualmente con decenas o cientos de chavales. Menos aún el ver como van pasando los años y uno cada vez se queda más justo de fuerzas mientras que, sus alumnos, cada curso que pasa tienen la misma edad. Es un trabajo exigente. No solo psicológicamente. Es un trabajo que también desgasta físicamente. Claro que se nos puede criticar que no estemos al aire libre poniendo ladrillos y que lo nuestro no tiene nada que ver. Pues va a ser que, al final, también acabamos agotados. Y no poco. Lo de las salas de profesores estos días es para llorar. Pies arrastrándose, muecas para disimular las sonrisas que teníamos al principio del curso, ingente cantidad de papeles a hacer o corregir. Prisas. Estrés. Mucho beneficio para los que han montado las máquinas de café en los centros educativos. Cansancio a niveles incuantificables. Y no es una excepción. Lo excepcional es que haya alguien que, siendo docente de aula, no esté cansado a estas alturas. Muy excepcional.

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Yo este curso no he sido tutor pero veo el trabajo fantástico que realizan mis compañeros que lo son. No se me ocurre ninguna manera de felicitar a los docentes que han conseguido, dentro de sus posibilidades (tanto el grupo como los recursos marcan qué se puede hacer), que los alumnos hayan aprendido. No solo eso. Han conseguido hacer su trabajo en unas condiciones cada vez más duras. Y no lo digo solo por el aumento lectivo de los últimos años ni por las ratios cada vez más altas. Es mucho más de lo anterior. Infraestructuras que se caen a trozos en la mayoría de centros públicos, calefacción que no ha funcionado, conectividad que ni está ni se la espera, alumnos con diferentes tipos de problemáticas sin ningún tipo de ayuda en el aula y, un largo etcétera de cosas que seguro sabéis bien todos aquellos que estáis en el aula. Cosas que, lamentablemente, en demasiadas ocasiones, no hemos podido resolver y que nos ha dejado una sensación muy desagradable porque, aunque algunos no se lo crean (especialmente si no trabajan en el aula), los docentes nos hacemos coparticipes de las situaciones de nuestros alumnos. No solo de las puramente académicas. Son mucho más que un número como el que nos considera el Ministerio o la Consejería de turno a los docentes. Situaciones muy complicadas que no podemos solucionar porque no disponemos de herramientas para ello.

Estoy harto de que se ningunee nuestro trabajo por parte de algunos. Que se mediatice o se den premios educativos a quien lleva tiempo sin pisar el aula o nunca la ha pisado. Que se manipulen determinados conceptos para decir que los docentes somos unos vagos o que, por no hacer tal o cual "innovación", somos peores que los que sí las venden en los medios. Vamos a ser claros... dar clase es un reto. Dar clase es una profesión como cualquier otra con ciertas diferencias, debidas fundamentalmente al factor humano. Claro que hay en los centros educativos docentes que no dan un palo al agua o personajes que consideran los centros educativos como su cortijo particular pero, no dejemos que esas excepciones nos impidan ver el buen trabajo que están haciendo la mayoría de nuestras compañeras y compañeros "de la tiza" (entiéndase el entrecomillado).

Gracias. Quizás no sea habitual que nos las den pero, aprovecho desde este humilde espacio, para dar las gracias a todos los docentes que se han dejado la piel en este curso. Y han sido muchos miles. Muchísimos. Gracias a estos profesionales como la copa de un pino hay esperanza. Y visto lo visto en estos veinte años en los que he compartido espacio con muchos, he hablado con muchos otros y he conocido cosas que se han hecho, creo que tenemos partido. A ver si ahora nos empiezan a ayudar porque, al final, lo de la nula valoración del colectivo por parte de la administración a la que sirve, hace que el desánimo se haga patente. No debería permitirse porque la educación es cosa de todos y tiene en sus docentes de aula, un colectivo del que me siento orgulloso de formar parte, sus aliados más importantes.

Gracias compis. Yo sí que os las quiero dar. Sé lo mucho que os lo estáis trabajando.