Son muchos los que me están "picando" para ver cómo reacciono ante la reunión de influencers educativos, que ha montado La Caixa, para analizar el sistema escolar español (fuente). Llevo repitiendo desde hace mucho tiempo que, ni el número de seguidores en Twitter, Facebook o cantidad de ponencias a las que uno acude, hacen que sea más o menos válida la opinión de nadie acerca de la educación. Y con ello no estoy diciendo que tampoco quede automáticamente descartada por el simple hecho de tener uno una determinada relevancia mediática. Algo que no es bueno ni malo per se.

Fuente: https://digiday.com

Me preocupan mucho más la difusión de determinadas prácticas metodológicas sin evidencias (o con evidencias contrarias a su uso) que la posibilidad que uno escriba un libro, viva de venderlo o, simplemente, decida ofrecer determinadas frases edulcoradas a los docentes. Creo que a estas alturas del espectáculo educativo (eduentertainment), si uno tiene dos dedos de frente, ya tiene muy claro en qué consiste el mismo. Una visión paralela de la educación que puede llegar a ser amena, divertida o, simplemente, actuar como revulsivo para alguno. Sí, también hay posibilidades de que alguno, sabiendo filtrar entre toda la paja, sea capaz de encontrar esa aguja microscópica que alguno ha escondido por ahí. Por cierto, la dificultad de encontrar la aguja no es tal. Hay muchas aulas en las que tenemos miles de agujas. El empeñarte en buscarla en el lugar que no toca quizás sea el problema.

Todos tienen derecho a ganarse las alubias haciendo o vendiendo ciertas cosas. Nadie puede ser cuestionado por su modus vivendi pero sí por sus ideas o lo que pueda subyacer tras esa manera de vivir. Al igual que el circo no obliga a nadie a acudir a ver al payaso; en el ámbito educativo no ponen la pistola en el pecho de nadie para seguir a un determinado personaje (sea docente o no) en las redes, a comprar su/s libro/s o a considerar que lo que dice uno tiene mayor o menor validez. Bueno, eso salvo que se hagan ciertas cosas con dinero público o repercuta negativamente en los alumnos. Ése debería ser el único límite del asunto.

Llevo mucho tiempo cuestionando ciertas cosas. Quizás toque empezar a reflexionar acerca del interés que tiene realmente lo anterior, más allá de establecer algunas reflexiones sobre ciertos temas. No creo que mi opinión sea mejor ni peor que otras porque, al final, algunos pretenden usar el mismo argumento que tanto he criticado aquí acerca de los números para dar importancia a tal o cual cosa que pueda decir. El aula es una cosa. Lo que uno pueda escribir, decir o mostrar, tiene mucho que ver con el interés que cada uno tenga en hacer ciertas cosas. Yo aquí me dedico a reflexionar para mí mismo. En Twitter, como mucho, a pasar el rato y a encontrar alguna aguja muy escondida. El problema no es nunca lo que se diga o sobre qué se reflexione. El problema es el uso de ciertas cosas cuando afectan a terceros. Lo demás no es un problema. Nunca lo ha sido y nunca lo será.